En todas las oportunidades que he tenido para mantener actualizado un sitio como este siempre me ha resultado cómodo establecer una serie de pretextos que me mantienen alejado de esta tarea. Al principio de este mes no consideraba siquiera que la educación abarcaría casi en su totalidad todo mi tiempo, pero así ha sido y para variar este espacio ha estado abandonado un tiempo.
A pesar de todo, de que este espacio siempre ha sido la válvula de escape, y los intentos para cambiarlo, lo cierto es que esa parte de mi vida, que me motiva la mayor parte del tiempo a golpear este teclado ha estado presente durante todo este tiempo. De una manera u otra, ha afectado de manera considerable mis acciones y mis estados de ánimo, al grado de definir el actual como una "depresión intermitente".
Constantes han sido mis esfuerzos por asimilar una situación que ya veía venir, que era inevitable; y que por aquella extraña razón no ha permitido extinguir esa pequeña llamarada de fe: fe en que al final las cosas caerán por su propio peso, como me fue dicho hace algunos días (filosofía que pregonaba en el pasado).
Lecciones han quedado en mi existencia desde hace algunos meses; de ser una persona preocupada por entender los porqués y diseñar teorías que explican el comportamiento, me he trasladado a un estado mental en el que de nada sirve conocer "la otra parte de la historia" si la otra persona no está dispuesta a actuar (en caso de que todos los juicios y construcciones mentales sean correctas). De cierta manera este nuevo "conocimiento" ha aliviado el peso que acostumbro cargar (y que nadie solicitó que lo hiciera). Es cierto, los lugares en común siguen evocando a los recuerdos de aquellos días en los que este sentimiento se forjó en mi ser y es evidente que aún no encuentro los mecanismos para tornar de una manera más enriquecedora esta situación.
Si no me conociera, podría pensar que me aferro a los recuerdos de algo que nunca fue. Y es precisamente ahí en donde lo puedo descalificar. Mi observación (que se extiende a través de todos mis años de consciencia en este mundo) me dice que nos aferramos a aquello que sentimos seguro; algo que nos mantiene en nuestra rutina por un apabullante terror al cambio (situación en la que bien me puedo morder la lengua, pero como no estoy hablando supongo que no aplica). Y no sólo por lo anterior, pero tratar de enlistar todas me llevaría a divagar en círculos. Y como se trata de algo que nunca fue, o no es algo que me aterre dejar, o simplemente porque nunca lo sentí seguro es como determino que me encuentro lejos del territorio de la obsesión.
Todavía más allá, en ciertos días de los últimos dos meses he presentado intentos por olvidar y alejar por completo todo aquello relacionado con ella. Durante aproximadamente tres semanas el plan marchaba a la perfección. Incluso las melodías que llegaron a mí (en realidad yo busqué ese link para descargarlas) me indicaban que era el mejor camino en ese momento. Pero bastaron una serie de palabras, tan perfectamente unidas para que regresara al viejo sendero, que me lleva irremediablemente a estar a su lado, y a jugar a ser ese amigo desinteresado que, por supuesto, en este momento no puedo ser.
Y después de tantas historias no contadas, tantos recuerdos, los sentimientos que han nacido y florecido, y después de todas las oraciones elevadas a lo más alto, lo único que puedo recibir es un cuestionamiento y un comentario alentador: "¿Por qué yo?" "Has estado ahí siempre que te he necesitado y no deberías". Nunca, esa rayito que se necesita para intentar luchar una batalla que en principio parece perdida.
De nuevo, estoy bajo el encanto de una mirada; esta vez, una que me invita a perderme en ella todo el tiempo posible, una que me invita a olvidar todo lo negativo, que me puede aislar de este mundo mientras esté cerca (y todavía no comprendo que tan bueno o malo es, con su toque de relatividad, por supuesto), y que simple y sencillamente me obliga a imaginar (lo que considero mi única opción) universos paralelos donde puedo estar y compartir mi existencia con la de esa mujer.
A pesar de todo, de que este espacio siempre ha sido la válvula de escape, y los intentos para cambiarlo, lo cierto es que esa parte de mi vida, que me motiva la mayor parte del tiempo a golpear este teclado ha estado presente durante todo este tiempo. De una manera u otra, ha afectado de manera considerable mis acciones y mis estados de ánimo, al grado de definir el actual como una "depresión intermitente".
Constantes han sido mis esfuerzos por asimilar una situación que ya veía venir, que era inevitable; y que por aquella extraña razón no ha permitido extinguir esa pequeña llamarada de fe: fe en que al final las cosas caerán por su propio peso, como me fue dicho hace algunos días (filosofía que pregonaba en el pasado).
Lecciones han quedado en mi existencia desde hace algunos meses; de ser una persona preocupada por entender los porqués y diseñar teorías que explican el comportamiento, me he trasladado a un estado mental en el que de nada sirve conocer "la otra parte de la historia" si la otra persona no está dispuesta a actuar (en caso de que todos los juicios y construcciones mentales sean correctas). De cierta manera este nuevo "conocimiento" ha aliviado el peso que acostumbro cargar (y que nadie solicitó que lo hiciera). Es cierto, los lugares en común siguen evocando a los recuerdos de aquellos días en los que este sentimiento se forjó en mi ser y es evidente que aún no encuentro los mecanismos para tornar de una manera más enriquecedora esta situación.
Si no me conociera, podría pensar que me aferro a los recuerdos de algo que nunca fue. Y es precisamente ahí en donde lo puedo descalificar. Mi observación (que se extiende a través de todos mis años de consciencia en este mundo) me dice que nos aferramos a aquello que sentimos seguro; algo que nos mantiene en nuestra rutina por un apabullante terror al cambio (situación en la que bien me puedo morder la lengua, pero como no estoy hablando supongo que no aplica). Y no sólo por lo anterior, pero tratar de enlistar todas me llevaría a divagar en círculos. Y como se trata de algo que nunca fue, o no es algo que me aterre dejar, o simplemente porque nunca lo sentí seguro es como determino que me encuentro lejos del territorio de la obsesión.
Todavía más allá, en ciertos días de los últimos dos meses he presentado intentos por olvidar y alejar por completo todo aquello relacionado con ella. Durante aproximadamente tres semanas el plan marchaba a la perfección. Incluso las melodías que llegaron a mí (en realidad yo busqué ese link para descargarlas) me indicaban que era el mejor camino en ese momento. Pero bastaron una serie de palabras, tan perfectamente unidas para que regresara al viejo sendero, que me lleva irremediablemente a estar a su lado, y a jugar a ser ese amigo desinteresado que, por supuesto, en este momento no puedo ser.
Y después de tantas historias no contadas, tantos recuerdos, los sentimientos que han nacido y florecido, y después de todas las oraciones elevadas a lo más alto, lo único que puedo recibir es un cuestionamiento y un comentario alentador: "¿Por qué yo?" "Has estado ahí siempre que te he necesitado y no deberías". Nunca, esa rayito que se necesita para intentar luchar una batalla que en principio parece perdida.
De nuevo, estoy bajo el encanto de una mirada; esta vez, una que me invita a perderme en ella todo el tiempo posible, una que me invita a olvidar todo lo negativo, que me puede aislar de este mundo mientras esté cerca (y todavía no comprendo que tan bueno o malo es, con su toque de relatividad, por supuesto), y que simple y sencillamente me obliga a imaginar (lo que considero mi única opción) universos paralelos donde puedo estar y compartir mi existencia con la de esa mujer.