11 de noviembre de 2009

¿Será?


La repentina suspensión de actividades "en apoyo a las causas justas" enmarca la situación que me invade en las últimas horas: después de aquella sesión proyectiva, con su respectiva resolución, mi fiel acompañante, la duda, ha regresado a mi lado; esta vez, acompañada de una serie de concepciones que no habían sido consideradas hasta el momento: ¿será acaso que me he equivocado al emitir mis juicios? ¿Será una expresión más del egoísmo de una persona? ¿Ocurrirá todo lo que he predicho? En estos momentos es difícil saberlo.

Como ya es toda una tradición, montañas de recuerdos y frases pasadas acuden a mí: momentos y palabras que han quedado ahí para ser recordados en ocasiones de gran incertidumbre. Particularmente me encuentro con aquel que me remite a la base de uno de mis actuales prejuicios, el mismo que me hace preguntar: "si sabe quién es en realidad, ¿qué está haciendo a su lado? ¿Será acaso que hace del dolor una forma de vida? Caprichosamente, esta última pregunta parece corresponder más a mi realidad. ¿En verdad es lo que quiero? Nunca.


El problema que perduró durante los últimos meses parecía llegar a su fin en el momento en que encontré (o supuse encontrar) la fortaleza necesaria para dar una batalla como las de antaño; aquellas en las que no importaba que las condiciones adversas superaran por mucho las oportunidades aparentes. Dos días después de este grandioso descubrimiento, me encuentro en las penumbras del mundo de ensueño, abrazado por completo a la oscuridad de este cuarto, escuchando los pensamientos más tortuosos que escapan de mi cabeza. ¿Será acaso que la batalla está perdida?


Los culpables... los culpables no existen. Duda, rutina, miedo al cambio, soledad, infelicidad... todos productos de mi imaginación; invenciones de una mente que necesita creer que algo está mal para justificar lo que siente, y para dar a ese sentimiento su alimento favorito: esperanza. Se dice que es la esperanza lo últiimo que muere, pero lo que no se explica y que imagino viene en letras pequeñas es que esa esperanza viene acompañada de una inmensa dosis de incertidumbre... que para alguien tan perfeccionista como yo significa el camino del descontrol.


Solo, envuelto en una atmósfera de nostalgia con su respectiva dosis de desesperanza, siento fluir las lágrimas desde lo más profundo de mi ser... y las siento fundirse en cada latido de mi corazón... que dicho sea de paso, se acelera cada que su imagen, su voz o su presencia está cerca de mí. Látidos que habían permanecido faltos de pasión, y que ahora han reanimado esos sentimientos que no son correspondidos... los mismos que rara vez encuentran refugio en otra persona, los causantes de mi conducta irracional y una serie de actitudes fuera de lo normal, y que no son claros, ni mucho menos de relevancia para la dama en cuestión.


Mi mente ya no
opina... las palabras se han detenido. Por hoy, sólo resta escuchar e interpretar al subconciente. Te quiero; más allá de lo que estás consciente, más allá de lo que puedo controlar.