31 de enero de 2010

Escribiendo una gran historia


Él desea verla, encontrarla. Ella le resulta un misterio. Los prejuicios están latentes. A pesar de ello, deciden verse el fin de semana. Las ansias lo consumen.

Llega el día pactado, el plan es sencillo: ayudarla para su examen. Cinco minutos para llegar, él duda: "¿nos quedamos de ver en ese lugar? ¿Es correcta la hora?". Por fin, el tren arriva a la estación subterránea. Él observa por una de las pequeñas ventanillas, ella está ahí, así que desciende. Sigue a los demás a la salida, pero su objetivo es otro. Baja por las escaleras y la encuentra, la mira a los ojos y su corazón tiembla: parece que se la conoce desde siempre.

Al finalizar el saludo, ambos se preguntan: "¿A dónde iremos?" Él responde: "A un lugar tranquilo, pero cercano". Ella está de acuerdo. Él la sigue. Caminan. Él está atento a la conversación, ella confía. Ambos divisan un pequeño lugar alejado del ruido del mundo; emprenden el camino hacia su destino, hasta ese momento desconocido.

Aparece un cuaderno, poseedor de un extraño conocimiento. Él lo abre, lo hojea y comienza a recordar sus viejas habilidades. Ella se esfuerza por comprender, pero le molesta no hacerlo. Él procura construir una explicación simple. Ella está atenta. El tiempo comienza a ser intrascendente.

Los conocimientos se niegan a ceder: por hoy no será posible comprender. Él cierra el cuaderno y la invita a tranquilizarse. Ambos descansan. Él la abraza. Ella se deja abrazar. Ella se relaja. Él piensa: "esto es muy relajante". Unos minutos se escapan. El destino se aproxima; junta sus manos por accidente. Él toma sus manos, y ella toma las suyas. Él piensa: "creo que siento algo por ella, y creo que ella también lo siente". Platican.

El tiempo ha desaparecido, lo mismo que el mundo. No hay nadie más, sólo ellos dos. Poco a poco un impulso nace en el interior de él. Él lo siente. En un instante, se deja envolver por la magia de ella. Él piensa: "que así sea". Suelta una mano de ella, y él coloca su mano sobre el hermoso y blanco rostro de ella. La mira brevemente, y sus labios hacen el resto. Fue un breve momento, a ella parece no disgustarle. Él piensa: "definitivamente siento algo". Ambos se miran. Él duda y ella duda. Sus narices se encuentran en primera instancia, sus labios se conocen al fin.

Él siente latir su corazón de emoción. Recuerda: "¿Cuánto tiempo sin escuchar a mi corazón hablar?". El tiempo sigue su marcha, y ellos no lo perciben. Él eleva un deseo: "Quisiera que este día no terminara". Enseguida piensa: "Quiero estar con ella". Él procura una conducta discreta, se deja llevar por el momento. Ella le corresponde. El tiempo se les ha terminado.

Ambos se levantan, caminan juntos por primera vez. Él no sabe si tomar su mano. La ruta es corta para ella. Al fin, ella pregunta: "¿Qué pasará con nosotros?" Él piensa muchas cosas. Sólo una es importante. Él responde: "No me gusta esa palabra, así que seremos no amigos". Ella entiende exactamente lo que él quiere decir. Ambos están felices. Él no lo puede creer aún. Ella tiene una sonrisa dibujada. Ambos se despiden.

Durante su regreso, él reflexiona: "Esto ha sido muy extraño... pero nada más importa ya que existe un sentimiento". Él piensa en ella. Sus labios no olvidan los de ella. Él también tiene una sonrisa.

Al llegar a su casa, él escribe con el futuro de su lado:

"Llegaste en un momento de oscuridad. Mi alma se encontraba débil. Todo ha sido tan intempestivo. Me has regalado la sabiduría para que mi espíritu pueda ser feliz nuevamente, te has convertido en un motivo. Día tras día veo tu sonrisa, tu mirada me reconforta, y tus sentimientos me alientan. Eres luz, eres paz, eres esperanza y eres certeza.

La luz para seguir adelante cuando las vivencias de la vida se tornan en adversidades. La paz expresada en cada abrazo que me das, en cada momento a tu lado. La esperanza de que tú estarás conmigo y de que puedo corresponder a cada sentimiento que tu espíritu emana. La certeza de que todo lo que siento es real y no se encuentra cegado por idealizaciones, ni falsas imágenes de ti.

Esta vez las palabras no alcanzan. Utilizarlas para siquiera intentar explicar lo que me haces sentir, lo que representas para mí, o para expresar que tu ausencia es cada vez más difícil de sobrellevar se ha convertido en algo inservible, porque sencillamente no hay palabras para decírtelo.

Cada noche, antes de dormir, recuerdo cada abrazo, cada beso. Cada minuto a tu lado se ha convertido en mi actividad favorita. Cierro los ojos y sólo veo nuestra imagen. Y entonces mi corazón late con singular alegría, y con tanto ímpetu para que lo escuches.

Estar contigo ha propiciado un replanteamiento de mi ser: cosas que había olvidado, y que considero valiosas las he recuperado, y todo gracias a ti. Te puedo asegurar que mis pensamientos están con los tuyos. Mis deseos están en comunión con los tuyos. Mis sentimientos son correspondidos por los tuyos.

Libro una batalla en esta vida cuando no estoy contigo. Es entonces que apelo a mi imaginación para sentirme cerca, para verte en mi mente y platicar contigo. Te abrazo y te aseguro: la espera ha terminado. Pero mi mente no es tan poderosa como mis sentimientos. Te extraño a cada momento.

Me doy cuenta que no he cambiado, sólo me he reencontrado. Puedo expresarte mi amor al mismo tiempo que te expreso mi amistad. Cada mirada tuya, cada acción me demuestra que soy tan afortunado de haberte encontrado, pues estoy seguro de que todo lo que siento es correspondido.

Cada momento deseo ser la fuerza que te motive a seguir adelante; convertirme en un factor positivo en tu vida y también velar por tu felicidad, porque en tu felicidad está la mía. Sólo puedo estar agradecido contigo por compartir tu vida conmigo."

Por último, él escribió: "Tú eres mi corazón".

28 de enero de 2010

Espera

Nunca antes una espera había tenido estas consecuencias. Impotencia, ira; aparente tranquilidad que disfraza solamente la verdad: nunca estaré listo para el desenlace. ¿Qué es lo que siento? ¿Qué es lo que me tiene intranquilo? ¿Por qué no puedo centrar mis ideas? Infinidad de cuestionamientos inundan mi mente; me atacan de día y de noche. ¿Por qué? Al final es la etapa final del ciclo de vida. Al final es algo tan común. Al final, todos nos acercamos a ese momento con el transcurrir del tiempo.

Pero es entonces cuando este sentimiento en mi pecho explota. Me indica sólo una cosa: no estoy preparado. Y nada de lo que haga podrá cambiarlo. ¿Resignación? Creí tenerla, pero descubro que no es así. El temor me tiene preso. El espíritu duele. La pérdida será muy grande. Los sentimientos quedarán devastados. Mi existencia será sacudida.

Cada palabra que escribo, cada idea, cada pensamiento parece tan errático. La tranquilidad no llega. La busco y no la encuentro. ¿Cómo hacerlo? Una de las personas que más amor me dio, que más enseñanzas ha dejado, que ha estado presente toda mi vida se va. Y no hay espacio para envidias. Todo a su tiempo. Ella nos regaló tanto, y ahora es inevitable...

Las lágrimas que brotan de mis ojos sólo reflejan mi condición humana... las lágrimas del corazón nadie puede verlas. Deseos inconclusos... tantos momentos que algún día quise compartir con ella, y que ya no será como lo tenía pensado.

El tiempo sigue y no consigo la paz interna. Mis emociones me dominan. La espera es únicamente hasta que su corazón se rinda. Y aún así nos da lecciones de fortaleza. ¿Cuántas veces su corazón latió de emoción? ¿Cuántas veces su corazón nos amó? ¿Cuánto más necesita demostrar?

Las palabras se me han terminado...

23 de enero de 2010

Las máscaras del cambio


¿Las personas cambian? Una gran pregunta que me resulta muy complicada de entender. En años anteriores siempre defendí que esta sitaución nunca sucede. Mis viejos argumentos giraban en torno a que todas las actitudes con las que hacemos frente a la vida siempre han estado y estarán dentro de nosotros mismos; tal vez formadas desde una temprana edad o más aún, que vengan en el paquete genético otorgado por nuestros padres.

El ejemplo más sencillo que vienen a mi mente es aquél en el que alguien engaña a otro. Es tan simple como si A engañó una vez a B, nada puede asegurar que A no lo vuelva a hacer. Y expandiendo la idea, tampoco tenemos la certeza de que A no pueda engañar a C, una vez que A ha dicho que no lo volverá a hacer. La tendencia es clara: es más probable que A lo vuelva a hacer. Al final, una verdad siempre está presente: las palabras se las lleva el viento.

¿Cuántos adultos hacen berrinches en su vida diaria? ¿Cuántos más son manipuladores desde jóvenes? Hay quienes se mueven entre nosotros con una colección de máscaras tan sorprendente que nunca tenemos la certeza de con quién estamos tratando; y son esos mismos que al llegar a su edad adulta pasan su vida de la misma manera. Y entonces surgen más dudas: ¿cambia o no cambia?

Sí, el cambio es constante, pero en verdad un ser humano puede verse afectado. Lo afecta su entorno; y sus decisiones se ajustan a su realidad; sin embargo, la personalidad y las actitudes prevalecen.

Es aquí cuando la excepción a la regla se hace presente, y quién mejor que yo para experimentarlo. Creo que aquello a lo que llamamos madurez juega un papel muy importante. Este nuevo factor me hace replantear mi pregunta: ¿el cambio en una persona está relacionado al control de ésta sobre sus emociones? El panorama parece más claro.

Dos situaciones similares, distintos momentos, diferentes personas; y decisiones tan contrapuestas, una más sana que la otra, refiriéndome a la "salud mental". ¿En dónde estuvo el cambio? ¿Fue el tiempo que brindó la sabiduría necesaria? ¿Aprendí a controlar de mejor manera mis impulsos? Esta última es la más probable.

¿Y cuáles son los beneficios de ser otra persona? En primer lugar, la ya citada salud mental. En segundo lugar, no cometer los mismos errores, que en ocasiones afectan a terceros. También aumenta el grado de certidumbre con respecto a nosotros mismos; la clave, según algunos filósofos, para conocer a los demás. Quien se conoce a sí mismo puede representar una fuerza positiva en la vida de otros.

22 de enero de 2010

Amplificando problemas ajenos


En esta ocasión, y muy distinta a las anteriores, este ejercicio me servirá para mantenerme en el mundo conciente. A pesar de tener una terrible noche y escasas horas de descanso, aún retumban por mi mente aquellas palabras que no fueron escritas para mí, y que sin embargo me describen tal y como nunca he sido.

El problema no fueron las palabras ni la persona que las escribió, sino las consecuencias que trajo la existencia de ese texto, y de manera más subjetiva, los motivos por los que una persona escribe semejantes ideas y juicios sin fundamento alguno.

¿Por qué las palabras de un desconocido afectan mi existencia? La encrucijada está presente. Tomar el camino fácil: ponerlo en su lugar y cometer los mismos errores u optar por la opción más prudente: controlar mis emociones y no darle la importancia que le estoy dando.

¿Es en realidad tan grave? Tal ve no debería de serlo, pero ha traído consecuencias no muy satisfactorias. Pero, tratando de rescatar lo positivo, esta serie de sucesos lo único que han logrado es comprobar que las acciones que ya han sido tomadas para hacer frente a esa situación son las más adecuadas.

Tal vez no conviene seguir pensando en esta situación... dejará de importarme.

21 de enero de 2010

No fue un encuentro casual


Ambos creemos en ello. Dice mi carrera profesional que la vida es una constante toma de decisiones, que sumadas a esas situaciones tan extraordinariamente calculadas de manera universal, y que tal pareciera que estuvieran manipuladas por "hilos invisibles" (término que es cortesía de mi clase actual, en la que estoy escribiendo esto), concluyo rápidamente que nuestro encuentro no fue obra de la casualidad.

¿Cuántas horas tuvieron que pasar para que ambos estuviéramos preparados? ¿Cuántas personas conocimos y cuántas más influyeron para que tú y yo estuviéramos en el lugar y momento justos? En estas respuestas no encontrarás la esencia de esta reflexión. Lo que persigo, que cuenta con su dosis de subjetividad como todo lo que gira alrededor de mi ser racional, es una idea de armonía universal, que permite y da significado a los lugares, situaciones y tiempos adecuados. Pero pensar en esto es como recorrer el infinito.

Es por eso que pondré los pies en la tierra otra vez. Durante algunos años estuve en un constante viaje dentro de mí, buscando las respuestas que me permitieran explicar algunas de mis dudas más importantes. También observé la conducta de caras conocidas y desconocidas, lo que me permitió analizar y concluir algunos de los eventos más comunes en determinada etapa de nuestras vidas, llámese "relación". Fue así que comprendí las lecciones que en este momento me permiten disfrutar a tu lado nuestra relación.

Por primera vez dejé a un lado los planes; olvidé los prejuicios que en su momento frenaron mis emociones. En pocas palabras, aprendí a ser feliz, y a compartir esa felicidad con los demás.

Durante estos dos meses han quedado atrás aquellas ideas de conspiración, que traían consigo tantos pensamientos pseudo-racionales que no me permitían vivir. Contigo a mi lado he olvidado tantos malos momentos que la vida me ha regalado. Con todo lo que hemos compartido, descubro la mejor parte de mí.

Al pensar en ti, al quererte dedicar algunos pensamientos, las palabras simplemente no alcanzan, tal como sucede con las horas que pasamos juntos. Día tras día, a cada paso, puedes estar segura de que mis pensamientos y mis sentimientos están contigo.

Tú eres mi corazón.



15 de enero de 2010

¿Ganar o perder?


¿Está en nuestra naturaleza participar en una competencia en cada evento que sucede en nuestra vida? ¿Es posible que seamos tan ciegos para "competir y ganar" algo que no puede ser ganado? A través de mi vida he observado algunas luchas encarnizadas por "ganar" los corazones de otras personas, ¿pero realmente los corazones se ganan? En lo personal, siempre he considerado que quien participa en una lucha de esta naturaleza, para empezar no es sincera, pues los corazones no son algo por lo que se pueda competir; y también creo que, de existir recompensa para tal suceso, el premio no es más sincero que la primera actividad.

En estos momentos mis ideas se encuentran trabadas por el desagradable evento del que mis ojos fueron partícipes. Una serie de oraciones expresando prejuicios mal fundados, de alguien que ni siquiera merece ser mencionado, lastimando a quien dice querer.

¿Quiénes somos para emitir juicios? ¿Decidir quién es "bueno o malo" para determinada persona? ¿Qué nos da el derecho de expresarnos de esa persona que no conocemos? ¿Las amistades son lazos incondicionales, o son una razón para justificar chantajes? ¿Somos algo parecido al todopoderoso para determinar quienes pueden entrar y quienes deben salir de la vida de una persona? Tal vez sólo pecamos de vanidad, de egoísmo y la inseguridad, disfrazada de ego nos incita a cometer esas acciones tan inmaduras, olvidando por un momento la subjetividad de la palabra.

Esas palabras no me permiten continuar con mis pendientes, y me mantienen despierto: "no es el tiempo, sino la persona". Disculpa, ¿nos conocemos? ¿Acaso sabes el mínimo detalle de mi persona? ¿Hemos convivido tanto tiempo que tienes una fotografía de mis sentimientos? ¿Acaso hemos cruzado miradas para reconocer sentimientos? ¿Platicamos lo suficiente para conocer nuestros defectos? ¿Tienes experiencia en el área de "artes ocultas" como para saber qué es lo que pienso, cuándo lo hago, y las decisiones que tomaré? Para llamarte "amigo", desconoces totalmente la situación. Para serlo, tienes que respetar, y en cambio sólo hablas por hablar.

Los errores no se miden por "momentáneos o nulos". Los errores son o no son. ¿Consideras tu actitud como un error? No quiero cometer el mismo error que tú. Yo no juzgaré. Y a pesar de ello, no necesito hacerlo para darme cuenta que caes en contradicciones con tus palabras. Hablas de lo mucho que vale, ¿realmente le das su lugar? ¿Te ha cruzado por la mente que es su decisión y no tuya? Y si la conoces como dices, ¿no deberías de saber todos los juicios, y todas las decisiones que tomó para llegar hasta este punto? Ja ja ja.

Pretextos... ideas vagas que crees que viven en mi mente. ¿No te estarás proyectando? A diferencia de otros, la principal muestra de cariño que doy a mis seres queridos es su libertad para decidir. Como ya lo escribí anteriormente, ¿quién soy yo para decidir el curso de vida de otras personas? Yo no soy nadie. Las cosas en esta vida, las situaciones que vivimos, y las decisiones que tomamos no son un regalo; luchamos por ellas cada día. Nada es fortuito, si te han hecho a un lado, no ha sido por accidente.

¿Tú darás cátedra sobre prejuicios sobre la edad? Sólo podría preguntarte, ¿recuerdas eso a lo que llamas "error momentáneo, casi nulo"? Seguramente en otra vida, tú y yo tuvimos una profunda plática sobre lo que buscamos en una relación; seguramente te habré dicho que busco únicamente el sexo, o algo que una persona reconocida por la ley puede ofrecerme, porque de otra manera no puedo comprender por qué no he de tener intenciones formales. ¿Y el aprendizaje entre dos personas? ¿Y el tiempo de calidad? ¿Y el compartir experiencias? ¿Y el brindar apoyo? ¿El mirarse a los ojos sin que nada más importe, caminar bajo la lluvia, tener un terrible día y saber que hay alguien que piensa en ti y en quien piensas a cada paso que das? ¿Le sigo?

La vida es aprendizaje. Día tras día, cada persona que encontramos en nuestro camino representa una nueva experiencia, que formará nuestra realidad, y se unirá a nuestra existencia. ¿Las personas son escalones? Caramba, ¿en dónde "regalan" esas ideas, para no acercarme a ese lugar y que pisoteen de esa manera mi humanidad? A pesar de todo, nuestra existencia es una constante búsqueda: la búsqueda del equilibrio de nuestras capacidades, nuestros defectos, y sobretodo, de nuestra felicidad. Aprovechando lo adquirido en las clases, lo único constante en la vida es el cambio.

Continuo por tus líneas y me doy cuenta que además del regalo que cito en el párrafo anterior, fuiste bendecido con el don de la "lectura de sentimientos". A kilómetros de distancia, a través de medios tan impersonales puedes sentir lo mismo que otra persona. La inseguridad es el camino a la destrucción... y yo sólo la veo ahí en donde tú no la ves.

¿En qué momento olvidamos que todos somos humanos? Por favor, todos tenemos miedo, nos sentimos inseguros ante algunas situaciones, sentimos enojo, somos vanidosos... ¿verdad?

Me sorprende que el tiempo que llevas en este planeta te haya sido suficiente para saber lo que quieres y lo que buscas. Vaya, entonces es hora de trascender a otro plano, pues ya no hay nada que hacer en éste. Además, ¡vaya! Creo que estoy ante una divinidad que no tiene "errores momentáneos, casi insignificantes" porque sabe qué es lo que quiere y lo que busca.

Disculpa, ¿ya me metí con tu ego? Las personas sufren por el desconcierto, no por un semi-dios que no sabe en dónde está parado. ¿Sabes? Aunque lograras encontrar el camino a la divinidad, te equivocas si piensas que todo el mundo gira alrededor tuyo.

Estoy casi seguro que a través de tus palabras, pero sobretodo a través de tus acciones demuestras que eres tú aquél que cree y que sólo piensa y respira en ella. Estoy casi seguro que eres tú, a través de tus acciones y palabras, aquél que no tiene dudas y fronteras (¿debo de mencionar un nombre con "P" y un número?) y debo creer que eres aquél que la impulsa a crecer y reir (¿cuento las veces que mencionaste un número, o las veces que borraste la sonrisa con tus palabras?).

Al finalizar tus emotivas palabras, recurres al verbo esperar, y es ahora que me pregunto ¿tú espera tiene como mínimo una cantidad mágica, como tres años? De acuerdo, creo que nos perdimos el respeto desde hace tiempo, así que espero recuerdes que nadie es "como los demás". Insisto, ¿proyección? Esa abstracción sólo vive en la mente de aquéllos que necesitan medirse con "alguien". Y bien, una nueva pregunta, ¿tú qué puedes esperar a tu edad? ¿Has vivido lo suficiente? Si contestas de manera afirmativa a la última cuestión, cuidado porque entes de otras dimensiones ya han de andar tras de ti.

¿Conocemos el significado y la implicación del término "enamoramiento"? Vaya, no deja de ser una idealización; la amplificación de las virtudes y la miopía de los defectos. Me atreveré a contagiarme de tus dones sobrehumanos y pensaré que te referías a la palabra "amor". Y vaya, desde un principio estamos predispuestos a que alguien, al llegar a cierto momento de su vida, ya no puede entregarse a ese sentimiento completamente. Y es entonces que me viene a la mente, ¿será aquél que llegó primero a ese número en la escala de la vida? Y es así que una vez más la palabra "proyección" me viene a la mente, acompañada de un refrán muy viejo: "el león cree que todos son de su condición".

Si la vida es generosa con ella (y lo es), tus amenazas finales no se cumplirán.

5 de enero de 2010

Érase una vez un blog


Parece inevitable que abandone el lugar que tantas veces me ha servido para plasmar algunas palabras... es algo que se repite desde que "Spaces" de Microsoft era la única opción al alcance de todos. En un ejercicio para no dejar que eso ocurra, y motivado por una frase que ha recorrido mi mente desde el día de ayer, aquí estoy, una vez más escribiendo unas pocas palabras.

En primer lugar, pediría que olvidemos por un momento la relatividad en algunos de los conceptos, tales como "bueno", "malo", "mejor" o "peor". Es entonces que llega una cuestión: ¿qué es lo que hace mejor a una persona, en comparación a otra?

Demasiadas personas se inclinan casi por defecto a pensar que alguien es mejor por su capacidad intelectual. Algunos otros por los logros con los que puede ser recordada esa persona. Pocos consideran la madurez (otro aspecto relativo, pero en el que podría aventurarme un poco). Y al final, desde cualquier perspectiva fuera de la persona que emite semejante juicio, cualquier opción que se elija es errónea.

Por ejemplo, si nos inclinamos por un ser con amplias capacidades intelectuales, estamos eligiendo a una persona que casi seguramente toma el papel de juez en la vida de todas las personas que se encuentran a su alrededor; una persona poco flexible en sus decisiones y en sus ideas... y que, a manera de resumen, solemos clasificar como un "sabelotodo", de esos que caen mal.

Ahora bien, si "calificamos" a esa persona por sus logros ("tangibles" en la mayoría de los casos), pues entonces perdemos de vista que esa persona fue una para conseguir el logro 1, y que además tuvo una preparación especial para esa situación 1; que necesariamente cambió y se adaptó para conseguir el logro 2 (con su respectiva preparación para la situación 2); es decir, consideramos un pequeño instante de su particular actividad, sin tomar en cuenta entonces otras virtudes, otros defectos y otras habilidades.

Ahora bien, entrando a terrenos peligrosos, aquellos de lo complejo y lo relativo, tenemos la madurez. ¿Qué es lo que nos hace maduros? Otra cuestión, ¿ante qué eventos nos funciona tal madurez? En primer lugar, como el tiempo no existe mejor mentor. A través de todo lo vivido somos capaces, en la mayoría de las ocasiones, de establecer puntos de aprendizaje, que a su vez nos llevan a saber comportarnos en determinadas ocasiones; es así como aprendemos, como lo dice la teoría de mi sacrosanta carrera, a tomar decisiones a partir de información; como segunda característica, el círculo de personas a nuestro alrededor también influye de manera considerable: no podemos comparar a los compañeros de trabajo con los compañeros de clase; en mi particular caso (y sin afán de ofender a nadie), no puedo comparar a mis compañeros de la Universidad con aquellos a que corresponde mi edad (simplemente fuimos formados en momentos distintos... mientras nosotros vivimos el crecimiento de Internet, por ejemplo, ellos simplemente ya lo conocían desde que llegaron a la secundaria). En segundo lugar, al ser seres tan complejos, y ante las situaciones que enfrentamos que no dejan de serlo también, no podemos aplicar "reglas de comportamiento" ante ellas. Es decir, lo que nos sirve para otra cosa, pues no necesariamente nos sirve para otra.

Y todas estas líneas vienen simplemente porque siendo humano, un ser imperfecto, he sentido un ataque a mi vanidad... y a través de estas sencillas líneas quiero justificar mi respuesta a semejante ataque. Parafraseando las palabras de cierto ánime que ví hace algunos ayeres (y que recuerdo perfectamente), quisiera escribirlas ya que, a pesar de ser tan sencillas, expresan todo lo que puedo decir "en contra" de esas ideas: "yo soy yo, y no necesito ser nadie más".

Para finalizar, expreso mi completo rechazo a las demostraciones que algunos piden de manera indirecta; creo que no necesito demostrarle nada a nadie, simplemente quien esté cerca de mí, y conviva conmigo tendrá las respuestas que busca... nunca las obtendrá de una "demostración pública y obliga". Saludos.