9 de septiembre de 2009

Una nueva era


Es el momento de la oscuridad... la madrugada ha llegado, y ha traído con ella paz exterior y reflexión interna. En los últimos días, el tiempo avanza con más prisa al marcar las primeras horas de un nuevo día; y mi mente está invadida por cuestionamientos, dudas y plegarias. La reflexión y los movimientos calculados se han ido, y su lugar es tomado por la improvisación.

A través de mi recorrido en esta vida he descubierto diversos "métodos" para crear barreras provisionales alrededor de heridas recientes... hacer selecciones especiales de temas musicales que incluyen solos y baterías "pesadas", desempolvar viejos vicios (como lo fueron los videojuegos en su tiempo), llenar mi memoria de aquellas imágenes que evocan esos momentos anhelados, o simplemente ejercer mi derecho de "vagabundo". Lo cierto es que todo esto siempre es un simple paso antes de la asimilación. Y la asimilación ha llegado.

Pero siempre llega acompañada; acompañada de nuevos juicios, nuevas barreras, nuevos retos y malas maneras, en mi caso. Durante todo este tiempo pregoné mi apatía hacia "tomar distancia", o en otras palabras, nunca he considerado oportuno alejarse de una persona simplemente para que las "aguas se tranquilicen".Tal vez es esta negativa la que tantas veces lastima y erosiona mis lazos de amistad con esas personas, pero soy de la idea de que cuado encuentras a una persona especial, sea una amistad o aquella que despierta ese otro sentimiento, el tiempo que se comparte es el encargado de forjar la relación. Curiosamente, sólo con la primera funciona.

Mención especial en este momento para todos aquellos seres a los que en uno u otro momento consideramos inferiores, en clara y obvia comparación con nosotros mismos. Así como una profesora universitaria pronunciaba en repetidas ocasiones, creo que es un caso de tesis el indagar: ¿por qué a algunos seres les gusta la mala vida? El contexto les indica que tal acción les traerá consecuencias no agradables, o contrarias a lo que entendemos por malestar; reciben recomendaciones de estar o no con un persona, pero simplemente nos aferramos a un viejo recuerdo, idealizaciones pasadas; pero así es la vida y así es como mejor aprendemos: dejando a un lado excelentes oportunidades de crecimiento espiritual y personal.

Es muy frecuente ir caminando y no darnos cuenta de todas aquellas acciones que un ser hace por nosotros: una mirada, una sonrisa, una plegaria a lo más sagrado de nuestra existencia... o simplemente un buen deseo para que las decisiones que tomamos de verdad nos traigan dicha y felicidad (me estoy adelantando a la celebración que está por venir). Hace unas horas leí un cuestionamiento que a esta altura ha regresado a mi mente: ¿acaso no sabes que con un abrazo se resuelven los problemas? Esta pregunta me recordó el momento preciso en que descubrí la magia detrás de ellos. En aquel entonces yo era un ser temeroso, que se enfrentaba por primera vez a la vida fuera de su coraza, en busca de ese sentimiento que ha involucrado a dos; y que a pesar de este contexto y de aquellas idealizaciones, descubrí que un abrazo puede transmitir más que muchas acciones que realizamos, en especial si viene de un gran amigo. En definitiva, la resolución de un problema es con un abrazo. Y recordando abrazos, los últimos que recibí me contagiaron de una inmensa paz e ilusión... aún cuando ella nunca lo supo.

Y precisamente es ese el camino que decidí seguir: el del anonimato. Nunca más sabrá lo que pensé de ella; nada sobre lo que sentí y siigo sintiendo (aunque no por mucho tiempo); nunca sabrá que tantos pensamientos y tantos sueños fueron inspirados por ella; y desgraciadamente, nunca podrá ser parte de mi vida... al menos no de manera significativa.

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