Muchos sabemos que el inicio de las cosas está enmarcado en muchas ocasiones por el final de otras: ése es el secreto de nuestras vidas rutinarias; el fin de año es la antesala del inicio de uno nuevo, tal como un círculo perfecto, del que no podemos escapar.
La primera parte de esta historia comenzó con el sueño de otra persona, mientras transcurrían los días del penúltimo mes del año que ya terminó. Este mes se caracteriza por albergar una fecha muy especial, digna de conmemorarse y celebrarse, y que por consecuencia, es perfecta para todo tipo de sorpresas entre aquellos que la celebran.
Pero no siempre la vida nos regala una bonita sorpresa. En ocasiones, comentarios en el peor momento pueden arruinar lo que supondría un gesto memorable. Yo fui presa de lo anterior. Sin esperarlo, arruiné la hermosa sorpresa que mi persona especial me estaba preparando.
En un movimiento inesperado, contrario a mis pensamientos en aquel momento y a una serie de prejuicios, apareció la primera acción inesperada: lágrimas como consecuencia de una canción. Momento de incertidumbre...
- ¿Qué es lo que pasa?
- Nada.
Yo no estaba preparado para lo siguiente. Con un comentario anterior a este momento había aniquilado un sueño.
- Yo no creí que tú estuvieras interesada en ir.
La intención siempre es solucionar situaciones. Pero a mí frecuentemente me resulta contraproducente.
No gano nada con ventilar detalles personales, pero abro un pequeño paréntesis para expresar de manera pública mi arrepentimiento. Lejos de no querer que estuvieras a mi lado, ni de querer vivir esa experiencia junto a ti, se encontraban una serie de prejuicios que nacieron la primera vez que yo estuve en un lugar así. Además, recordaba una serie de comentarios que me hacían creer que todo lo relacionado con gustos musicales personales no eran bien recibidos por ti. Uno de mis sueños es hacer todo a tu lado.
Desde aquel particular momento, mi mente se dio a la tarea de encontrar la mejor solución. No asistir al evento planeado fue en primera instancia la solución, que después quedaría desplazada por un sueño abordo de un microbús que circulaba por Av. Marina Nacional, acompañado por una canción bastante conocida:
Seeds of eulogy
To sow along with dreams
Fill the need that can leave us grieving alone
A symphony resounding in our minds
Guides us through what we knew
would come all along
Fue en aquel momento que un nuevo objetivo nació: asistir al evento deseado acompañado de mi persona especial. Pero esto representaba una serie de complicaciones, predominantemente económicas, pero que valía la pena sortear. El primer intento fue fallido, al no obtener el préstamo por parte de mamá. Pero la solución estaba tan clara, tanto que se erigía como torre al final de mi camino.
Fue así que, tras seis meses de "trabajo no remunerado", una gratificación por parte de una de las empresas en la que todos quieren quedarse, me brindó la oportunidad de solucionar la insuficiencia de recursos. Más tardé en recibirla que en utilizarlo: en el mismo instante que logré hacer efectivo aquella "obligación de pago" en el banco más cercano, corrí a tomar el transporte naranja para conseguir nuestros pases a lo que en ese momento se convirtió en el momento más deseado.
Lo siguiente fue hacer del conocimiento de mi niña que ambos teníamos una cita especial para el penúltimo día del primer mes del año que marcará mi vida. La noticia no tuvo el efecto deseado, pero es importante recordar que en primer lugar, fui yo quien arruinó en primera instancia esta cita. Y es algo que no se arregla con el sólo hecho de estar ahí de cualquier forma.
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