Como sea, es frustrante sentir la necesidad de salir a dar una vuelta, a ver las nubes transitar sobre mí, observar cómo la luna, casi en su total plenitud, me saluda, o cómo las estrellas (las pocas que son visibles desde esta iluminada ciudad) cuentan el pasado.
A diferencia de otras ocasiones en que este sentimiento y esta apatía me habían invadido, esta vez no hubo forma de escapar. Todo se reduce a una espera; espero saber qué es lo que espero.
Mejores momentos vendrán, y mejores cosas habrá para escribir.
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