14 de enero de 2009

El fantasma de la mercadotecnia

Después de las constantes interrupciones a la entrada de ayer, y después de una sesión musical que se prolongó hasta las dos de la mañana, mi mente fue capaz de encontrar un tema, a partir del cuál podrían derivarse algunos otros escritos; sin embargo y hasta el momento, sólo está contemplado uno.

Como sea, el día de ayer reflexionaba acerca de lo grato que es poder escuchar una canción o un disco de un grupo musical sin necesidad de recurrir a los grandes escaparates, es decir, sin que ese trasfondo que hay tras una "recomendación" en un canal de televisión, en una revista musical o en una estación de radio. Creo que para nadie resulta extraño que todas esas actividades no son más que un show montado por la mercadotecnia.

No es un secreto que todos los días, en cualquier lugar, en cualquier momento del día e incluso lo que sea que estemos haciendo somos víctimas de un ataque masivo de anuncios publicitarios: si prendes la tele en cualquier canal seguramente verás una marca; si sintonizas el radio (para los que tienen la opción de hacerlo) muy probablemente escucharán un comercial antes que una canción; si viajas en el autobús o en el Metro, etc. Las marcas están por todas partes.

Tal parece que la mentalidad del sistema económico actual (búscale valor a todo) cobija a la perfección a este fenómeno (no se me ocurre alguna otra palabra), que tal vez en un principio lo que perseguía era dar a conocer productos (o lo que fuere), pero que con el tiempo y hasta nuestros días ha mutado en un montruo que, parafraseando al fundador de Sony Akio Morita, ya no está satisfecho con "satisfacer" necesidades, sino que se empeña en crearlas.

Es así que la palabra necesidad alcanza nuevas dimensiones en nuestros días. Lo que es necesario para nosotros (y aquí se pueden citar tantos ejemplos, pero creo que el más representativo es un teléfono celular. ¿Cuántas y cuántas personas no pueden dejar sus hogares si no llevan consigo su telefonito?) no lo era antes para cualquier ciudadano del mundo que pudieramos elegir. Y además, al igual que uno que otro problema más, no respeta nada ni a nadie, y la música no se escapa.

Tal vez alguien que ya se haya cruzado en mi camino y que conozca (al menos por nombre) un poco de mis gustos musicales se pregunte: ¿por qué tiene que irse tan lejos (en el sentido literario) para conseguir un grupo musical? En parte, la pregunta anterior encuentra sus respuesta en la influencia de la mercadotecnia sobre las mentes de los ciudadanos mexicanos (me refiero claro a los habitantes de las ciudades porque creo que, hasta cierto punto, los habitantes rurales escapan un poco a dicha exposición).

En este país cualquiera puede triunfar (musicalmente hablando, y dejando a un lado el prejuicio de que eso no lo puedo considerar como música), y en gran parte (si no es que toda) es gracias a la estrategia mercadológica que se utilice. Si fulanito que sale en la tele que le gusta "x" grupo, "x" se hace "súper" popular; si en MTV sale zutanito, zutanito es un "músico" de calidad; o si un locutor de radio ofrece su valiosísima opinión en su programa sobre "el artista de México", todo su auditorio se lo cree. Hasta este punto no he encontrado la capacidad crítica de las personas, pero creo que es mejor ni esforzarse.

Lo anterior conlleva a que la mayor parte del tiempo nadie se dé cuenta de la realidad de "sus" artistas, y con esto sólo ocasionan que la mercadotecnia siga y siga alimentándose de la ignorancia de las personas. No tengo nada personal, al final todos somos seres humanos llenos de virudes y defectos, pero: ¿alguien ha escuchado "cantar" a la vocalista de Belanova en vivo?, ¿algún seguidor de Luis Miguel sabe que se roba "sus" canciones (bueno, los compositores con mucho gusto se las regalan para que tengan la suerte de ser interpretadas por tan grandioso personaje, y son mera difamación todas las ocasiones que se ha visto envuelto en problemas legales)?, ¿algún padre de familia responsable (y no persinado) se preocupa por conocer las "letras" del reggaetton que tanto le gusta bailar a su hija (sé que la mayoría de las canciones necesitan a mentes brillantes y extraordinarias para su composición, pero hay otras que de verdad dejan pensando que nos preocupemos más por el contenido adulto de una película para mayores de edad que lo que podemos escuchar en cualquier radio)? Como sea, nada más hablo al tanteo.

Ya he dado muchos argumentos negativos por darles un nombre, así que es tiempo de dar argumentos positivos, aunque de hecho, se resume en uno: que alguien sea verdaderamente feliz, y que su felicidad no sea impuesta o que no sea de alguien más, como resultado de escuchar a su artista favorito, sea quien fuere, del género cualquiera es válido, ya que a manera personal creo que esa es la esencia de la música: transmitir emociones (del autor) a la persona que escucha. Y es así como llego al siguiente punto: no se dejen llevar por la primera impresión, ya que seguro ésta está manipulada por la mercadotecnia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario