31 de enero de 2010

Escribiendo una gran historia


Él desea verla, encontrarla. Ella le resulta un misterio. Los prejuicios están latentes. A pesar de ello, deciden verse el fin de semana. Las ansias lo consumen.

Llega el día pactado, el plan es sencillo: ayudarla para su examen. Cinco minutos para llegar, él duda: "¿nos quedamos de ver en ese lugar? ¿Es correcta la hora?". Por fin, el tren arriva a la estación subterránea. Él observa por una de las pequeñas ventanillas, ella está ahí, así que desciende. Sigue a los demás a la salida, pero su objetivo es otro. Baja por las escaleras y la encuentra, la mira a los ojos y su corazón tiembla: parece que se la conoce desde siempre.

Al finalizar el saludo, ambos se preguntan: "¿A dónde iremos?" Él responde: "A un lugar tranquilo, pero cercano". Ella está de acuerdo. Él la sigue. Caminan. Él está atento a la conversación, ella confía. Ambos divisan un pequeño lugar alejado del ruido del mundo; emprenden el camino hacia su destino, hasta ese momento desconocido.

Aparece un cuaderno, poseedor de un extraño conocimiento. Él lo abre, lo hojea y comienza a recordar sus viejas habilidades. Ella se esfuerza por comprender, pero le molesta no hacerlo. Él procura construir una explicación simple. Ella está atenta. El tiempo comienza a ser intrascendente.

Los conocimientos se niegan a ceder: por hoy no será posible comprender. Él cierra el cuaderno y la invita a tranquilizarse. Ambos descansan. Él la abraza. Ella se deja abrazar. Ella se relaja. Él piensa: "esto es muy relajante". Unos minutos se escapan. El destino se aproxima; junta sus manos por accidente. Él toma sus manos, y ella toma las suyas. Él piensa: "creo que siento algo por ella, y creo que ella también lo siente". Platican.

El tiempo ha desaparecido, lo mismo que el mundo. No hay nadie más, sólo ellos dos. Poco a poco un impulso nace en el interior de él. Él lo siente. En un instante, se deja envolver por la magia de ella. Él piensa: "que así sea". Suelta una mano de ella, y él coloca su mano sobre el hermoso y blanco rostro de ella. La mira brevemente, y sus labios hacen el resto. Fue un breve momento, a ella parece no disgustarle. Él piensa: "definitivamente siento algo". Ambos se miran. Él duda y ella duda. Sus narices se encuentran en primera instancia, sus labios se conocen al fin.

Él siente latir su corazón de emoción. Recuerda: "¿Cuánto tiempo sin escuchar a mi corazón hablar?". El tiempo sigue su marcha, y ellos no lo perciben. Él eleva un deseo: "Quisiera que este día no terminara". Enseguida piensa: "Quiero estar con ella". Él procura una conducta discreta, se deja llevar por el momento. Ella le corresponde. El tiempo se les ha terminado.

Ambos se levantan, caminan juntos por primera vez. Él no sabe si tomar su mano. La ruta es corta para ella. Al fin, ella pregunta: "¿Qué pasará con nosotros?" Él piensa muchas cosas. Sólo una es importante. Él responde: "No me gusta esa palabra, así que seremos no amigos". Ella entiende exactamente lo que él quiere decir. Ambos están felices. Él no lo puede creer aún. Ella tiene una sonrisa dibujada. Ambos se despiden.

Durante su regreso, él reflexiona: "Esto ha sido muy extraño... pero nada más importa ya que existe un sentimiento". Él piensa en ella. Sus labios no olvidan los de ella. Él también tiene una sonrisa.

Al llegar a su casa, él escribe con el futuro de su lado:

"Llegaste en un momento de oscuridad. Mi alma se encontraba débil. Todo ha sido tan intempestivo. Me has regalado la sabiduría para que mi espíritu pueda ser feliz nuevamente, te has convertido en un motivo. Día tras día veo tu sonrisa, tu mirada me reconforta, y tus sentimientos me alientan. Eres luz, eres paz, eres esperanza y eres certeza.

La luz para seguir adelante cuando las vivencias de la vida se tornan en adversidades. La paz expresada en cada abrazo que me das, en cada momento a tu lado. La esperanza de que tú estarás conmigo y de que puedo corresponder a cada sentimiento que tu espíritu emana. La certeza de que todo lo que siento es real y no se encuentra cegado por idealizaciones, ni falsas imágenes de ti.

Esta vez las palabras no alcanzan. Utilizarlas para siquiera intentar explicar lo que me haces sentir, lo que representas para mí, o para expresar que tu ausencia es cada vez más difícil de sobrellevar se ha convertido en algo inservible, porque sencillamente no hay palabras para decírtelo.

Cada noche, antes de dormir, recuerdo cada abrazo, cada beso. Cada minuto a tu lado se ha convertido en mi actividad favorita. Cierro los ojos y sólo veo nuestra imagen. Y entonces mi corazón late con singular alegría, y con tanto ímpetu para que lo escuches.

Estar contigo ha propiciado un replanteamiento de mi ser: cosas que había olvidado, y que considero valiosas las he recuperado, y todo gracias a ti. Te puedo asegurar que mis pensamientos están con los tuyos. Mis deseos están en comunión con los tuyos. Mis sentimientos son correspondidos por los tuyos.

Libro una batalla en esta vida cuando no estoy contigo. Es entonces que apelo a mi imaginación para sentirme cerca, para verte en mi mente y platicar contigo. Te abrazo y te aseguro: la espera ha terminado. Pero mi mente no es tan poderosa como mis sentimientos. Te extraño a cada momento.

Me doy cuenta que no he cambiado, sólo me he reencontrado. Puedo expresarte mi amor al mismo tiempo que te expreso mi amistad. Cada mirada tuya, cada acción me demuestra que soy tan afortunado de haberte encontrado, pues estoy seguro de que todo lo que siento es correspondido.

Cada momento deseo ser la fuerza que te motive a seguir adelante; convertirme en un factor positivo en tu vida y también velar por tu felicidad, porque en tu felicidad está la mía. Sólo puedo estar agradecido contigo por compartir tu vida conmigo."

Por último, él escribió: "Tú eres mi corazón".

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